- ¿Hay algo que quieras decirme, hijo?

Me dijo mientras bajaba el periódico que tenía en sus manos. Yo me encontraba nervioso, nublado por el secreto que tenía en mi habitación. Aquella criatura se dibujaba en mi mente con sus ojos grandes, negros y brillantes.

- Nada papá - respondí tartamudeando.

- Últimamente te veo algo taciturno pero si me dices que todo está bien…

Asentí con la cabeza y al verme regresó su mirada calmada hacia el periódico.

Me dirigí a mi habitación con el corazón en la boca, latiendo a cien por hora.

Caminé a mi cama y asomé mi coco a la parte inferior de esta mientras una luminosidad celeste me acariciaba el rostro.

Una criatura con labios gruesos sonreía de manera pícara.

Los tonos índigos se apoderaban de mis aposentos, a la vez que el sujeto se erguía de bajo la cama.

Durante aquella mueca jocosa y silenciosa durante sus agraciados movimientos del cuerpo que denotaban el control de esa lumbre de los matices del cielo.

- ¿Y Bien? ¿Lo has decidido? - Profirió sorpresivamente, cortando mi embelesada mirada.

- Sí, pero tenía que saber si todo esto merecía la pena - afirmé.

Una carcajada siniestra irrumpió esos labios carmesí que desentonaban con la energía coqueta que emanaba normalmente.

Papá no hubiera notado la fuerte risotada ya que normalmente no me presta atención.

Pero esta ocasión era diferente, en mi escuela le habían informado de mi comportamiento errático.

 Durante las clases rondaba por mi cabeza el poder que me ofrecía mi bizarro amigo.

Pero al estar alertado por mis tutores, la figura paterna que yo consideraba ausente subió las escaleras diciendo mi nombre.

- ¿Hay alguien mas contigo? Escucho voces…l

¿Por qué ahora?¿Por qué en el único momento que quería privacidad?

La soledad que me había acompañado a lo largo de mi efímera vida me traicionó en el momento menos esperado.

Las pisadas de mi padre se sincronizaban con los latidos de mi corazón.

- ¡Es ahora o nunca!¿Aceptas tener todos mis poderes? 

- Pero yo…

- ¡Responde!- Gritó, probablemente lo escuchó mi padre.

- ¡Si!Por favor

Al terminar de pronunciar mi afirmación la criatura se fue diciendome que si quería liberarme de los poderes debía conseguir a alguien que los acepte.

Y la piel del monstruo tornose del color melocotón y sus labios volvieron a una gracia como si de un niño se tratara.

Me agradeció mientras yo veía mi rostro en el espejo cuando un grito irrumpió la habitación y sentí un fuerte impacto que me mandó por los aires. 

Me había golpeado la cabeza con la silla que estaba en mi escritorio.

Caí encima del espejo quebrandolo, sintiendo un chorro tibio del líquido vital.

Observé mi reflejo en los fragmentos de aquel espejo en el que veía la cara de un niño monstruoso, azulado con labios gruesos y ojos negros como el espacio exterior.

Me había dado sus poderes, sí, pero el precio era muy alto.

¿Dónde está mi hijo? - Preguntó con la voz quebrada y lagrimas en los ojos inyectados en sangre.